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EL GOBIERNO DE LA REPÚBLICA SE NEGÓ A AMPARAR UNA SUBLEVACIÓN MARROQUÍ EN LA RETAGUARDIA DE FRANCO

El libro de Abel Paz

El libro de Abel Paz

Uno de los hechos más desconocidos, más acallados, que con mayor evidencia delata la naturaleza contrarevolucionaria de la República y del Frente Popular, tras el 19 de julio de 1936, es el ofrecimiento de los nacionalistas marroquíes al gobierno republicano de atacar en Africa la retaguardia franquista a cambio de ayuda económica y de armas. Una rebelión en Marruecos, aliada a la revolución en la Península. habría cambiado inmediatamente el curso de la guerra, pero el Gobierno de la República, se negó rotundamente a ello.

«En el verano de 1936 se reunieron en Barcelona representantes del CAM y del Comité de Milicias Antifascistas de Catalunya con vistas a llegar a un acuerdo beneficioso para ambos. El CAM esperaba obtener una buena predisposición del gobierno republicano para que otorgara la independencia al Rif, que entonces estaba bajo el Protectorado español de Marruecos, a cambio de hostigar por todos los medios posibles al ejército fascista de Franco.
Las negociaciones chocaron con la negativa del gobierno republicano que, a su vez, estaba muy condicionado por las presiones del gobierno socialista francés, temeroso de que la independencia del Rif arrastrase a todo Marruecos».

Grandizo Munis hace referencia al mismo suceso (Jalones de derrota, promesas de victoria, Muñoz Moya Editores):

«Una delegación de jefes nacionalistas marroquíes se presentó a fines de 1936 en la zona roja y propuso al Gobierno, concretamente, que proporcionara armas, unos cuantos millones, y que prometiera la independencia de Marruecos. La organización nacionalista se comprometía a organizar la insurrección. Evidentemente, hubiera bastado la promesa de independencia y un mínimo de armas para sublevar todo Marruecos contra Franco, cuyo ejército se nutría por entonces principalmente de moros. Era deber de un gobierno revolucionario ofrecer espontáneamente, de manera absoluta y sin condiciones, la independencia a colonias o protectorados. En las condiciones de la guerra civilera además una necesidad militar, y sobre todo de parte de gobiernos que en nombre de la guerra justificaban y patrocinaban las más antirrevolucionarias medidas. Por sí sola, la insurrección de Marruecos habría podido darnos el triunfo; cuando menos habría debilitado muy seriamente los recursos militares del enemigo. Pues bien, el Gobierno se negó terminantemente a prometer la independencia, a facilitar armas o dinero. No quería lesionar los intereses imperialistas de Francia e Inglaterra, que evidentemente se hubiesen visto amenazados en toda el África por la insurrección independentista de Marruecos, y tampoco quería alarmar a la burguesía española privándola de sus colonias. Esto ocurría al mismo tiempo que stalinismo y reformismo daban calle a su campaña de «menos comités y más pan», «todo el poder para el Gobierno», «desarme de la retaguardia», etc., etc., en nombre de la victoria militar

Nota 97. Fue un militante trotskista francés -David Rousset, autor de El Universo Condentracionario- quien, en Marruecos, indujo la organización nacionalista a apoyar la revolución española. El mismo acompañó la delegaciónal territorio de la zona roja, presentándola al Gobierno y a las organizaciones obreras. A notar que ninguna organización obrera quiso criticar al Gobierno por su negativa.».

http://www.marxists.org/espanol/munis/oc/tomo4.pdf

RUDOLF KLEMENT, UN CUERPO DESCUARTIZADO EN EL SENA

Rudolf Klement

Rudolf Klement

Rudolf Klement se unió al grupo de secretarios de Trotsky en Prinkipo (Buyuk Ada, en turco). Cuando Trotsky fue expulsado de Francia, Klement permaneció en Paris trabajando con León Sedov. El 13 de julio de 1938 desapareció.

Días después de esa desaparición, copias de una pretendida carta enviada por Klement a Trotsky les fue remitida a Jean Rous, Pierre Naville, Henk Sneevliet y Georges Vereeken. Según esa carta, Klement rompía con Trotsky y con la naciente IV Internacional debido a la «colaboración objetiva con los fascistas» de ésta.

Desde entonces no se volvió a saber nada de él hasta que ha finales de agosto barias bolsas que contenían los despojos de un cuerpo humano descuartizado (por un carnicero, según la documentación policial) entre los que faltaba la cabeza, fueron encontrados en las aguas del Sena.

¿Por qué la NKVD asesinó a Klement, un hombre políticamente mucho menos significativo que, por ejemplo, Rosmer, Naville o Molinier?.

«Solitario, reservado, retraído -dice Pierre Broué- vivía en una soledad miserable marcada por la vigilancia y las privaciones y puede que por una relación homosexual que pudo serle fatal».

Era, desde junio de 1934 el secretario administrativo del Secretariado Internacional y en aquellos meses de 1938 cargaba sobre sus débiles espaldas todo el trabajo administrativo que suponía la creación de la IV Internacional. Su eliminación desencajaba los engranajes de una máquina ya sobradamente herrumbrosa y atravesada por los conflictos internos. Su asesinato fue, sin duda, un buen golpe del matarife georgiano.

http://www.marxists.org/espanol/klement/1937/1937a.htm

 

TINA MODOTTI Y LA TRAGEDIA DE LA ABNEGACIÓN CANALLA

Tina Modotti fotografiada por Edward Weston

Tina Modotti fotografiada por Edward Weston

Tina Modotti era una de esas mujeres cuya manifiesta dulzura quedó aplastada por el siglo XX y el derrumbe de todos los criterios morales.

Fue amante de Edward Weston, autor de la serie de desnudos a la que pertenece esta fotografía y de Diego Rivera, que consiguió evitar su expulsión de Méjito cuando se la acusó de conspirar para asesinar al entonces presidente Pascual Ortiz Rubio. Finalmente acabó en los brazos de Vitorio Vidali, un matón abnegado a las órdenes del «timonel» georgiano, lo que hizo que la Medianoche del Siglo se ciñera a su talle definitivamente y hasta el día de su muerte.

Se la consideró sospechosa de participar en el asesinato del comunista cubano Julio Antonio Mella, él también, sospechoso de vínculos con la oposición trotskista. La Modotti caminaba junto a Mella en el momento en que éste fue tiroteado y todos los indicios vinculan a Vidali con aquella muerte.

Tina Modotti acabó en España, junto con Vidali y, por lo tanto, dentro del estrecho círculo de asesinos de la NKVD que componían individuos como Orlov, Eitingon (ambos directamente implicados en el asesinato de Trotsky) el alemán Herz, el húngaro Geroe o el propio Vidali.

De la actividad, de este grupo en España, el caso más conocido es el asesinato de Andreu Nin, planeado por Orlov y Vidali, del cual, por tanto, Tina Modotti no pudo estar muy lejos.

Para Pierre Broué y otros hombres de la época, como Félix Ibarra, no hay dudas de su condición de agente de Stalin, cosa que no parece razonable negar teniendo en cuenta que en España vivió en medio del círculo de Orlov y Eitingon, hombres claves en la represión del POUM y de la CNT y en la preparación y ejecución del asesinato de Trotsky, pero quizás lo que de forma más clara delata la turbia vida de esta mujer, fue su muerte.

Según escribió Claudio Albertani «Tina murió en 1942 de infarto, en un taxi. No faltaron las dudas sobre una posible responsabilidad de Vidali, ya que Modotti sabía muchas cosas y, lo que es peor, empezaba a tener dudas. Es sabido que la GPU empleaba venenos que ocasionan paros cardiacos sin dejar rastro; como siempre, sin embargo, no hubo pruebas. Elena Garro (primera esposa de Octavio Paz) quien a la sazón frecuentaba los medios stalinistas, cuenta que su amiga Angélica Selke le dijo: “yo creo que Carlos (Vitorio Vidali) se la cargó…”

El asesinato de leales agentes con demasiados conocimientos, desde Yagoda o Yezov, hasta Kachkétine, el comandante del campo de concentración de Vorkuta, donde se reagrupó y se asesinó por miles a prisioneros «trotskistas», o del propio Orlov, que escapó de la muerte desertando cuando fue llamado a Moscú, era una práctica habitual del carnicero georgiano, para el que no había favores ni servicios que valieran una vida.

Hannah Arendt, Martin Heidegger, correspondencia

La edición de Herder.

La edición de Herder.

Martin Heidegger me provoca una profunda antipatía. No es sólo su adscripción al nazismo, su servilismo ante la chusma en armas que se apoderó de Alemania y de Europa, su despreciable adaptación al mundo de la posguerra que se inauguró con el estampido de un tiro de pistola en el bunker de la Cancillería del Reich; es que Heidegger es el mejor ejemplo de alemán que, enredando los significados en un caos sintáctico pasa, de puro vano, por profundo, verbigracia: “En su familiaridad con la significación, el ser es la condición óntica de la posibilidad de la descubribilidad [Entdeckbarkeit] del ser, que se encuentra en la manera de ser del estado (disponibilidad) en un mundo, y puede conocerse así en un en sí”.

Sin embargo, de esto ya dio cuenta Theodor Adorno en las escasas 120 páginas de «Jargon der Eigentlichkeit» (en castellano «La ideología como lenguaje»).

Lo que resulta amargo, más irritante e incomprensible de la vida y hechos de este envanecido alemancito, son sus amores con Hannah Arendt, algo que se mantuvo a lo largo de la vida de ésta, más allá de toda racionalidad y propósito e incluso más allá de cualquier hermosa literatura.

En 1950 Hannah Arendt se encontró nuevamente con un viejo Heidegger y escribió lo siguiente a Heinrich Blücher, el hombre que posiblemente lo había sido todo para ella: «En el fondo me siento feliz simplemente por la confirmación de que yo tenía razón al no olvidar…».

¿Tenía razón en no olvidar a Martin Heidegger?. Ella sabría por qué, pero confirmar, consumida ya la vida, que existía razón para no olvidar, requiere más verdad de la que pudo caber nunca en la maldita jerga existencialista, en la impostura sostenida de ese venerado y pobre diablo que atendía al nombre de Martin Heidegger.

 

Hannah Arendt, Martin Heidegger. Correspondencia 1925 – 1975

LA ALEGRE COMPAÑÍA DEL ASESINO

La Ibárruri junto a Ramón Mercader, en Moscú

La Ibárruri junto a Ramón Mercader, en Moscú

Ramón Mercader y Dolores Ibarruri, distendidos y sonrientes en Moscú. No son las risas en compañía de un asesino lo que sobrecoge, sino la incapacidad de esa gente de hacerse una única pregunta: ¿Cómo es posible que todos fueran traidores, todos menos el que mandó matar a todos?

¿COMO SE PUEDE SER TAN ABYECTO, TAN RUIN, TAN IMBÉCIL?

Andreu Nin en Moscú

Andreu Nin en Moscú

No iba a escribir nada sobre esto. No merece la pena. Los huesos de Andreu Nin fertilizan alguna de las cunetas de Madrid, porque en España las cunetas son sepulcros, y eso no cambiará; pero por lo que a mi me toca en la injuria, en el despreciable dicterio de este imbécil, de este que dice llamarse José Guillén y que firma el artículo de marras en «larepublica.es» sobre Nin, habrá que decir algo.

En la página en cuestión, un libelo estaliniaco, el sujeto este, muy ingenioso, hace befa del asunto colocando una imagen con el logotipo de la CIA y las fotografías de una señora que no conozco y del propio Nin. Así ilustra la nueva pista que este tonto a las tres nos proporciona sobre el paradero de Nin: «¿Dónde está Nin? En Washington o en Berlín», dice el despabilado.

Concretando un poco: al hilo del homenaje dado a Andreu Nin en el parlamento de Cataluña el gaznápiro saca varias conclusiones para volver a pegarle otro tiro en la cabeza al difunto, al matado, al hombre cuyo valor y altura, este gusano no alcanza ni a imaginar. ¿Cuáles son esas conclusiones? ¿Cuál es el abortado fruto de ese intento de ejercicio lógico? Más o menos estas:

1.- La burguesía catalana homenajea a Nin 76 años después de su asesinato, ergo Nin era un burgués catalán o un agente de la burguesía catalana. Este es un argumento irrefutable, por eso como Stalin suscribió y respetó un pacto con Hitler, sequitur necesario que Stalin era un agente de Hitler ¿no?.

2.- Que Nin fue y sigue siendo instrumento de la voraz burguesía catalana que está ordeñando despiadadamente a la clase obrera de la «región» -luego veremos que si escribo «región» es porque el pavo este nos ha salido jacobino- se prueba, inevitablemente, porque con ese homenaje dicha burguesía quiere volver a la política desmobilizadora de la reconciliación entre clases. Este es otro argumento irrefutable. Por eso, cuando este cretino se refiere al PSUC de los tiempos de la guerra como «antifascista consecuente» y defensor de la unidad de los republicanos, está afirmando que ese PSUC defendía la reconciliación con la burguesía nacionalista catalana y con el gobierno burgués de Companys, lo mismo que los otros partidos de obediencia estaliniaca hacían con la ocurrencia de los «frentes populares» en todas partes, luego el PSUC también fue un instrumento de la burguesía catalana ¿no?.

3.- El homenaje de Andreu Nin en el parlamento catalán ha servido de ornato a las pretensiones independentistas de la burguesía catalana y este majadero nos descubre que lo que realmente pasa con eso es que el independentismo está impulsado por Berlín y la Troika, ergo Nin es un instrumento y agente de Berlín y de la Troika. Contra esta bachillería reconozco haberme quedado desarmado. Hay puntos de inflexión en la curva de la sandez a partir de los cuales ya no es posible el uso de un lenguaje articulado.

4.- No hay -dice el buena pieza- ninguna prueba concluyente de que Stalin ordenara la muerte de Nin. Claro, no se publicó el decreto en la Pravda. En cambio hay sobradas pruebas concluyentes de que este José Guillén es un tonto a las tres.

5.- Pero aunque así hubiera sido -continúa el papanatas- si los verdaderos comunistas del PSUC no le hubieran dado matarile a Nin, habrían sido este y sus secuaces y compinches de la CNT los que habría paseado a los auténticos comunistas. Este argumento sí que es brillante. Consiste en la aplicación de la teoría estaliniaca del «enemigo objetivo». No has hecho nada, no eres culpable de nada, no has mostrado ser un traidor, un enemigo, un asesino… No hay el menor indicio de actividad criminal, pero como lo que te estoy haciendo o te voy a hacer no te va a gustar, tienes motivos objetivos para devenir en mi enemigo, así que te liquido «ad cautelam».

6.- Corolario de lo anterior es lo siguiente. El PSUC, partido de los verdaderos comunistas, defendía la unidad de las fuerzas republicanas contra el fascismo. El POUM y Nin, por el contrario, se enfrentaban a las facciones burguesas de la República, luego debía ser liquidado… Y lo fue. Vamos a ver ¿pero no habíamos quedado en que Nin era un anticomunista y un instrumento de la burguesía nacionalista catalana porque ésta participaba en el homenaje del parlamento catalán? Pues entonces si el PSUC defendía la unidad con la burguesía nacionalista catalana de la República, también sería un instrumento de igual tipo y catadura ¿no?. Hombre, no, es que los tiempos son distintos. En el 37 había que sumar todas las fuerzas posibles contra el fascismo. Claro, pero ¿qué fuerza tenía Companys? ¿Cuántos hombres movilizó? ¿cuántas trincheras defendió? Aunque hubiera querido hacerlo no hubiera podido y, además… si es que la guerra se perdió, si es que esa política de «unidad» con los partidos burgueses no impidió la derrota, suponiendo que no llevara a ella, así que volvemos al punto de partida: los «verdaderos comunistas» aliados y agentes de la burguesía nacionalista catalana. La conclusión debía haber llevado a los dirigentes del «verdadero comunismo» a pegarse un tiro en la sien al grito de «slava Stalin» porque «objetivamente» eran traidores. ¿No?.

Sí, idiota, el POUM estaba «en contra de la unidad republicana» (no merece la pena entrar en matices) es decir, estaba a favor de que la situación de doble poder salida de julio del 36 se resolviera a favor de la clase obrera y de las organizaciones revolucionarias. Puede que eso no hubiera impedido la derrota en la guerra, pero lo que es seguro, lo que no se puede negar, lo que es un hecho consumado, es que la política de la «unidad republicana» si terminó con Franco desfilando por Madrid.

Esto, que a estas alturas sólo debería ser material para diatribas entre historiadores, parece que sigue siendo cosa de actualidad política porque también sigue siendo cierto que «cada día que amanece, el número de tontos crece».

http://www.larepublica.es/2013/06/homenaje-a-andreu-nin-en-el-parlamento-de-catalunya-anticomunismo-de-izquierdas-disfrazado-de-memoria-historica-y-revolucion/

LA JAURÍA DE LOS IMBÉCILES

Hannah Arendt

Hannah Arendt

Cuando Hannah Arendt comenzó la publicación de los textos que luego serían su «Eichmann en Jerusalén» la quisieron quemar. Había dicho que Adolf Eichmann era un imbécil, un ser humano sin más atributos que su «incapacidad de pensar» o cuyo pensamiento se construía mediante el encadenamiento de un número limitado de «topoi», de fórmulas lingüísticas, de tópicos, es decir, un idiota normal y corriente de los paridos por el siglo XX, un «hombre masa». No era ni siquiera uno de esos bohémiens en armas, un lumpen de los que había producido la Gran Guerra y que Hitler encarnó mejor que nadie. Tampoco era un jovial delincuente como Göring o un sádico pervertido como Reinhard Heydrich; sólo era un zafio oficinista que cumplía diligentemente con sus obligaciones, un hombre normal; y esto, para la jauría de los otros imbéciles, era intolerable pues el «nazi» tenía que ser un monstruo, una anomalía, una aberración, un psicópata sanguinolento.

Como los idiotas, aunque esto sea una tautología, son idiotas, los idiotas judíos que se ensañaron contra la Arendt por esta afirmación, no repararon en la identidad de argumento y propósito de sus diatribas, con la forma en que Alemania -un país en el que después de 1945 nadie había sido nazi y todos decían haber sido emigrantes interiores- eludía su responsabilidad por el exterminio. Tampoco repararon en la coincidencia de lo que decían con la historiografía general sobre la Segunda Guerra Mundial, una historia que, por sistema, considera el universo concentracionario como una extravagancia en la racionalidad que la economía, el gobierno y la propia guerra, imponían en todas partes, también al tirano.

Sin embargo sí hubo nazis en Alemania, sí hubo complicidad de los alemanes con el exterminio, y el sistema concentracionario, como experimento de un modo de dominio total, no fue una anomalía inducida por un psicótico y sus secuaces, sino la manifestación central, revolucionaria (en el sentido de hecho sin precedentes que desmenuzaba e invertía cualquier acto y relación humana) de una novísima forma de poder.

Hoy en día, esto que digo, no debería estar en discusión después del libro de Christopher R. Browning, Ordinary Men (hay traducción al castellano en Edhasa con el título «Aquellos hombres grises») o incluso, después del muy criticado texto de Daniel Goldhagen: «Los verdugos voluntarios de Hitler; pero, por lo que se ve, lo está y la jauría de los idiotas se revela contra la posibilidad de convivir con la fría normalidad del mal absoluto, con el hecho de que en su normal idiotez exista la posibilidad del mal absoluto, con el hecho de que ese mal nazca de la opción que todos ellos tienen entre saber e ignorar y de que, ante esa elección, ellos prefieran la confortable y banal templanza en la que viven los ignorantes.

Pero lo que hizo que la jauría de idiotas dejara de ladrar para ponerse a aullar, fue otra cosa dicha por la Arendt, a saber: que los órganos administrativos judíos creados por los nazis en los guetos colaboraron activamente en el exterminio. Se gritó que, en esta apoteosis de su traición de renegada, la judía Hannah Arendt equiparaba a las víctimas con los verdugos, a los hombres buenos con los monstruos, a los sometidos a una compulsión radical, con los asesinos.

En realidad, la jauría de los imbéciles, que por imbéciles además suelen ser poco leídos o desvergonzadamente cínicos, culpaban a Hannah Arendt de un descubrimiento que no era suyo y que ella nunca quiso atribuirse, porque el libro es profusamente citado en el «Eichmann». El colaboracionismo diligente de los Judenräte (Consejos Judíos) con el exterminio está detalladamente documentado en la monumental, exhaustiva e irrebatible obra de Raul Hilberg: «La destrucción de los judíos de Europa» (existe edición en castellano en Akal al intolerable precio de 115 €) pero la jauría de los imbéciles no puede aceptar que la condición de víctima no santifique, que los canallas, los cobardes, los tontos, los serviles, los malvados, los parásitos, los ventajistas, los sinvergüenzas, los depredadores o las alimañas, también pueden ser víctimas y que en las situaciones límite en las que las condiciones más elementales de la vida se rarifican hasta el extremo, esta miseria humana emerge y envenena más que en ninguna otra situación. Sin embargo la compulsión no es bastante como para negar la existencia real, verbigracia, de un individuo como Mordechai Chaim Rumkowski, que estaba al frente del Consejo Judío del gueto de Lodz.

Es verdad que el caso de Rumkowski es extraordinario en su grotesca pompa, pero también es cierto que a los nazis nunca les faltaron «administradores» judíos, policías judíos, soplones judíos, canallas judíos. La víctima es pura en su condición de víctima, no en su condición humana, sin embargo esta distinción parece excesiva para la jauría de los idiotas, para quienes siempre es mejor negar los hechos si así su virtud prevalece.

También se escupió veneno contra Hannah Arendt a causa de las cuestiones jurídicas planteadas, cuestiones que siguen vivas en la dogmática penal y que aparecieron, por primera vez, con los procesos de Nuremberg: la posibilidad de la aplicación retroactiva de un derecho penal nuevo, la obligación de castigar hechos no tipificados en ninguna ley, porque eran hechos sin precedentes, pero de tal condición que hacían imposible la impunidad, la definición de la autoría en un contexto en el que, por sistema, esa autoría del delito se diluía en múltiples hechos, la mayoría de ellos inocuos, cometidos por distintos sujetos dentro de una cadena administrativa organizada al modo de las modernas fábricas capitalistas, la contradicción entre un delito en el que, cuanto más cerca se está de la víctima, menor es la responsabilidad del autor, el derecho de Israel a secuestrar y a ejecutar a Eichman en tanto que Estado judío, o la causa de la que los jueces de Eichmann disponían para mandarlo a la horca, la causa de su condena.

Al plantear todas esta preguntas, todas estas cosas que estaban en cuestión, Hannah Arendt sólo resumió los problemas jurídicos a que nos sigue enfrentando el exterminio, problemas que están abiertos y siguen buscando una solución (véase Claus Roxin: Autoría y dominio del hecho en Derecho Penal) pero para la jauría de los idiotas, las cosas son siempre simples.

De todas formas, todo esto ya sólo debería ser materia histórica, una polémica zanjada, parte de la historia del libro de la Arendt, sin embargo no. Al parecer la jauría de los idiotas es tenaz y ahora, con motivo de la película de Margarethe von Trotta, vuelven los ladridos. ¡Qué infinito cansancio! ¡Qué fatigoso es zozobrar una y otra vez en esta laguna de fantoches y cínicos!.

http://www.lecturasinegoismo.com/2012/10/hannah-arendt-eichmann-en-jerusalen.html?qHannah Arendt

http://elpais.com/elpais/2013/07/25/opinion/1374764105_218903.html

 

LOS ORÍGENES DEL TOTALITARISMO. HANNAH ARENDT.

Hannah Arendt

Hannah Arendt

Hace ciento ocho años que nació esta mujer y aquí tenéis el libro sin el cual, simplemente, no se puede comprender el siglo XX y menos aún, lo que se nos avecina.

http://larisadelser.wikispaces.com/file/view/Arendt-Hannah-Los-Origenes-Del-Totalitarismo.pdf

CARRILLO Y COMORERA O LA SELECCIÓN PERVERTIDA DE LOS INFAMES

La Ibárruri y Joan Comorera

La Ibárruri y Joan Comorera

Hay muchos sujetos infames en la historia de la revolución española o, mejor dicho, de la contrarevolución española. Joan Comorera (Junto a la Ibárruri, en la fotografía) en esa materia, fulge deslumbrantemente.

A principios de 1937 este individuo «calificaba de ‘tribus’ las Milicias que habían salido a combatir las tropas fascistas, clamaba por detener la colectivización y llamaba ladrones a sus autores. Fue la señal de una campaña de vastas proporciones en la que intervinieron desde el saboteo gubernamental a las colectividades, hasta la calumnia sistemática en la prensa stalinista, reformista y burguesa» (Munis, Jalones…)

En 1938, expresaba su función contrarevolucionaria con la desvergüenza de quien ya se sabe vencedor: «Los sindicatos no pueden ser apartados de la dirección económica del país. En primer lugar, porque el Gobierno no tiene aparato económico bastante bien montado aún para tomar él solo toda la responsabilidad de la dirección. Por otra parte, Cataluña es un país de arraigada y antigua tradición sindical. Nosotros no podemos quemar las etapas ni violentarlas. Hoy es absolutamente necesario que las centrales sindicales intervengan en la dirección económica del país».

Es decir, aún no ha llegado el momento de expulsar a la clase obrera de la dirección económica… porque el Estado capitalista aún no tiene «aparato económico bastante». Ya llegaría ese momento, el día en que el cometido contrarevolucionario del PCE-PSUC quedara cumplido.

Terminar con la revolución en cataluña fue desde un principio su misión: «El 16 de diciembre (1936) Companys hizo cambios en su gobierno. Puso a Joan Comorera, del PSUC, a cargo del abastecimiento COMO PRIMER PASO PARA VOLVER AL LIBRE MERCADO», es decir, como primer paso para restaurar el capitalismo desaparecido tras el 19 de julio.

Sabemos como eso se hizo, cómo el PCE-PSUC restauró en España un capitalismo que ya no existía y como eso desembocó en los hechos de mayo, en el proceso contra el POUM y en el menos conocido, proceso contra los trotskistas españoles, y sabemos que el asesinato fue el medio usado y cuál fue el papel directivo jugado por Orlov, el hombre de la NKVD en España, en ese intento, sólo fracasado a medias, de reproducir en España los Procesos de Moscú.

Y en todo eso, el infame Comorera fue protagonista, un protagonista indiscutible al que aún en noviembre de 1944 Carrillo alababa por la forma en que había limpiado el PSUC de «la basura trotskista y su chusma».

Pero la vida de un estalinista no deja de ser dura e incierta. En 1948 había comenzado el enfrentamiento con Carrillo, demasiado preocupado por deshacerse de su responsabilidad en el fiasco de las guerrillas en España y por mostrar, en medio del conflicto con Tito, su lealtad de perro al amo del Kremlin.

En el 49 un envío de ejemplares del Manifiesto Comunista en catalán fue destruido por el PCE. Poco después Comorera fue expulsado del Politburó del PCE. En agosto del mismo año 49 la incorporación del PSUC al PCE desató las hostilidades según la habitual sistemática estalinista: se comenzó acusándole de megalomanía y ambición, de no agradecer los «esfuerzos del Partido por reeducarle» (sic) y se forzó a que su hija Nuria escribiera una carta abierta en la que gemía por su lealtad al PCE y a la «querida camarada Dolores», definía como «miserable traición» los actos de división del partido, comprendía que el PCE se hubiera visto obligado a desenmascarar a su padre como «rabioso anticomunista y antisoviético» y «agente de la reacción y el imperialismo» y terminaba diciendo que «el día que nació el traidor Comorera, murió mi padre».

Mas tarde Lister aseguró que Carrillo ya había dado, para entonces, la orden de asesinar a Comorera. Independientemente de la credibilidad que merezca un individuo como Lister, lo cierto es que algo así ya había pasado antes y el hecho no era nuevo para Carrillo. Sea como sea, Comorera logró evitar a los agentes enviados a la frontera franco-española para liquidarle, e instalarse clandestinamente en Barcelona.

Otra vez, siguiendo la rutina de costumbre que Comorera había utilizado contra los «trotskystas» durante la guerra, el PCE, a través de la Pirenaica, comenzó su campaña: Se le llamó «reptil titista» y «perro titista», «agente de Franco y traidor», jefe de «una banda de venenosos agentes del imperialismo». Por su parte, Mundo Obrero, seguía en la misma línea acusando a Comorera y sus seguidores de «malhechores» y se ordenaba a los militantes del PSUC «aislarlo y rodearlo», es decir, en las condiciones de la clandestinidad bajo el franquismo, matarlo.

«Comorera y su banda -publicó Mundo Obrero- cumplen el papel de lacayos y agentes policíacos del imperialismo y del franquismo, como lo han seguido en Yugoslavia el Judas Tito y otros “maestros” de Comorera».

La respuesta del abnegado estalinista Comorera llegó en una edición propia de «Treball» que consiguió publicar en Barcelona:

«Sin escrúpulos de ninguna clase habéis agotado el diccionario de los bajos fondos, habéis agotado el almacén de injurias y calumnias, habéis removido el puñal venenoso en la herida incurable de los sentimientos familiares más íntimos y profundos, lo habéis intentado todo. Ahora ¿qué os queda por hacer? ¿Un protocolo “M”? Es posible, pues los elementos técnicos no son difíciles de encontrar. Las intenciones del Buró Político se adivinan: encontrar nuestro secretario general, asesinarle si pueden o, en el caso contrario, dejar que le suprima la policía franquista»

El «protocolo M» era la referencia cifrada de la NKVD a las órdenes de asesinato de «traidores». Comorera no fue asesinado por hombres del PCE, pero una de las virtudes que tuvo la campaña del PCE contra él, fue la de aislarle e informar a la policía franquista sobre su presencia en Barcelona. Finalmente se le detuvo y se le condenado a 30 años de cárcel que no cumplió porque murió antes.

Hay una cierta justicia retributiva en esto, como la hubo con Antonov Ovsenko y otros muchos. Ya he dicho que la vida del estalinista no era fácil, siempre pendiendo de su buen olfato para intuir cuándo los vientos iban a cambiar. El miserable Comorera probaba su propio potaje a manos de otro miserable con más olfato y menos escrúpulos aún que él: Carrillo.

Sin embargo no confundamos las cosas. No fue Carrillo solo, el ascenso de este sujeto, de «Don Santiago Carrillo», fue sólo la expresión de un mundo invertido en el que el más canalla medraba y el menos canalla moría, en que el más falso y el más cínico prosperaba y el menos hábil en el embuste y la traición, se hundía. Esto fue el PCE: una máquina eficiente en la fabricación de inmundos y de inmundicias… pero las décadas y Franco hicieron que nos olvidáramos de ello.

EL BAR «LA TRANQUILIDAD». (Agustín Guillamón)

La Tranquilidad

La Tranquilidad

«En enero de 1901 se acabó de construir un cobertizo en el que se abrió una taberna llamada La Tranquilidad, situada en la esquina de la avenida del Paralelo con la calle Conde del Asalto (ahora Nou de la Rambla), que hacia 1910 se trasladó al número 69 de la Avenida del Paralelo, al lado del actual teatro Victoria.

De 1918 a 1923, durante los años más duros del pistolerismo, entre la patronal y los sindicalistas del Único, eran frecuentes la s rifas de “pipas” entre la clientela. La “pipa” no era un útil de madera para fumar, sino una Star para defenderse de los asesinos del Libre y de la policía de Martínez Anido. También era posible comprar una pistola por cuarenta y cinco pesetas que, en casos de confianza y necesidad inmediata, podía adquirirse a plazos de una peseta a la semana.

La pistola se miautomática Star, conocida como “la sindicalista” era la utilizada por los obreros del Sindicato Único (CNT), mientras la Browning era la predominante entre los ases inos del Sindicato Libre, el Somatén , las bandas parapoliciales y la policía, sin que estuviera demasiado claro los límites entre unos y otros, coordinados todos ellos por Capitanía y el jefe de policía»,

http://grupgerminal.org/?q=system%2Ffiles%2FGuillamon-ElBarLaTranquilidady19Julio-2007.pdf

 

EL COMPLOT DEL HOTEL LUX

La Ibárruri, Fernando Claudín y Vicente Uribe, durante el VI Congreso del PCE

La Ibárruri, Fernando Claudín y Vicente Uribe, durante el VI Congreso del PCE

En 1978 Fernando Claudín publicó «Documentos de una Divergencia Comunista» en la editorial El Viejo Topo. Era una recopilación de los documentos que habían llevado a su expulsión del PCE junto con Semprún. En la introducción del libro este hombre evoca su estrecha amistad con Carrillo, se queja amargamente de su expulsión y, en cierto momento, dice: «Entre 1956 y 1964 de perfilaron, por tanto, tres temas básicos de conflicto en la dirección del PCE: el estalinismo, la realidad española y el funcionamiento del partido. Las posiciones a las que yo iba llegando sobre estos tres temas eran producto de la experiencia práctica que acabo de evocar. A partir de 1954, después de una larga estancia en la URSS, pude ampliar mi bagaje teórico marxista, hasta entonces limitado casi exclusivamente a Marx, Engels, Lenin y Stalin (esto último no es irónico sarcasmo, sino afirmación seria de Claudín) y dominado por la óptica staliniana. Con la preocupación concreta de esclarecer lo que estaba ocurriendo me precipité sobre el ‘marxismo prohibido’ o ‘poco recomendable’ cuyo catálogo era largo (Trotsky, Rosa Luxemburg, Berstein, Kautsky, Hilferding, Korsch, Lukás, Gramsci, etc)…

Esto debería bastar para esclarecer la miseria de la dirección del PCE, Claudín incluído, pero este Claudín, que se queja de haber sido represaliado por Carrillo, como si fuera nuevo en la sórdida vida de las zahúrdas estaliniacas, tuvo un notorio protagonismo en unos hechos nauseabundos: el complot del hotel Lux de Moscú,

Hacia 1947 Carrillo viajó a Moscú. El PCE afrontaba una crisis grave. Una cantidad más o menos indeterminada de sus exiliados en la URSS quería salir de allí y eso era una vergüenza y un compromiso para Carrillo. En una reunión a la que convocó a los exiliados españoles, Carrillo acusó de traidores a los que preferían vivir entre capitalistas. De vuelta en Francia, volvió a dar un encendido discurso: «!Gracias, Stalin! por haber hecho de nuestros hijos hombres. Y gracias a ti, Dolores Ibárruri, que volcaste sobre ellos toda tu ternura».

Ya hablaré del tipo de «ternura» que la Ibárruri se gastaba, sobre todo con los militantes del partido liberados de los Lager alemanes, sospechosos, por ello, de ser espías nazis y del imperialismo, pero el caso es que con tanto amor como mostraba Carrillo, ha de entenderse que fuera el artífice del montaje del hotel Lux.

Carrillo descubrió y denunció un complot para asesinar a la Pasionaria y a Francisco Antón en el hotel Lux. Los jefes del plan fueron Jesús Hernández y Enrique Castro Delgado con la ayuda de Lister y Modesto. El «sumario» fue instruido por Fernando Claudín y Vicente Uribe y el «juicio» comenzó el 25 de noviembre de 1947.

Según Preston en su biografía de Carrillo «Ante la asamblea, cuyos integrantes no eran todos miembros del partido, se alineó a cinco líderes destacados para someterlos a una humillación ritual. Sus delitos eran la complicidad en el descontento de los emigrantes antisoviéticos (los que querían salir de la URSS) y, más grave aún, el no haber desvelado el complot de Hernández y Castro (los dos habían sido expulsados del partido mucho antes y carecían, por tanto, de cualquier capacidad para contradecir a Claudín y Carrillo) para asesinar a la Pasionaria y Francisco Antón. Se les prohibió el acceso a cargos de responsabilidad del partido. Sólo confesando sus ‘errores’ y aceptando su culpabilidad evitaron ser enviados a los campos y recalaron en la fábrica de coches de Stalin en Moscú».

Estas víctimas tuvieron mejor suerte que Heriberto Quiñones (el moldavo Yefin Granowdiski). Jesús Monzón Repáraz o Cristino García, quien había recibido de Carrillo la orden de matar a Gabriel León Trilla, a lo que contestó que el «era un revolucionario y no un asesino» lo que no salvó la vida de Trilla pero sí determinó la muerte de Cristino García…

LA PASIONARIA Y SU «MANIFIESTO DE UNIÓN NACIONAL» CON MONÁRQUICOS Y FALANGISTAS

La Ibárruri y Carrillo

La Ibárruri y Carrillo

El pacto Hitler-Stalin no provocó ninguna inquietud entre los jefes estalinistas que habían huido a tiempo de España. El argumento de Carrillo era eficaz: las potencias democráticas nos han traicionado, «que se enteren ahora estos hijos de puta». La posición tuvo que cambiar cuando Hitler invadió la URSS. Dimitrov dio un nuevo giro y ordenó a los títeres del exilio español que procuraran la unidad de todas las fuerzas antifranquistas.

En agosto del 41 se hizo un llamamiento a una coalición de fuerzas republicanas, pero un mes después, la Pasionaria, ese mito del subsuelo español, esa Dolores que veríamos en Madrid, como decía la canción, no es que fuera más lejos, es que volvió a la política de «reconciliación nacional» que en el 38 había llevado al PCE a tender los brazos abiertos a los «buenos españoles» de Franco.

Esta mujer, de la que la desmemoria y la ignorancia han hecho un mito, firmó un «Manifiesto por la Unión Nacional» con el que pretendía una alianza con monárquicos y falangistas más o menos disidentes y ofrecía apoyo a una vuelta de la monarquía con una mera referencia a una asamblea constituyente.

La Pirenaica -Preston, El Zorro Rojo, pag. 131- «cesó sus ataques contra muchos miembros de la coalición franquista, excepto los falangistas más progermánicos y generales belicosos como Juan Yagüe y Agustín Muñoz Grandes. Cada domingo se emitía incluso un programa para católicos en el que Dolores Ibárruri hablaba del espíritu humanitario de la cristiandad».

La mítica «revolucionaria» no tenía ningún pudor en lamer las botas de los fascistas españoles, como no lo tuvo luego en lamer las suelas del Borbón, pero es que en España somos pródigos en la hiperdulía a vírgenes muchas, no importa lo manoseadas que estén.

http://censoarchivos.mcu.es/CensoGuia/fondoDetail.htm?archivoId=1&id=1370143&eventDescendiente=descendienteDetail

EL PACTO DEL PCE CON LA PLUTOCRACIA FRANQUISTA

Carrillo durante la revolución y guerra españolas

Carrillo durante la revolución y guerra españolas

El asunto de Paracuellos no me interesa en absoluto. Mola dijo que tomaría Madrid con la «quinta columna» y era derecho de los obreros madrileños el de destruir a balazos esa quinta columna. Por otro lado, Preston ya ha establecido minuciosamente la necesaria responsabilidad de Carrillo en el asunto. Bien ¿y qué? Para algo bueno que hizo no seré yo quien se lo reproche.

Lo que sí tiene interés al respecto, lo que define la catadura del personaje que muchos años después impusiera «El Pacto de la Libertad» con la plutocracia capitalista del posfranquismo, es algo que también cita Preston en su biografía (El Zorro Rojo, pag 99 -lo de «rojo», debe ser una caridad que Preston le hace a Carrillo-):

«En una entrevista con Ian Gibson, Carrillo aseguró que no tenía nada que ver con las actividades de la Delegación de Orden Público y culpa de todo a Serrano Poncela. Por otro lado, alegaba ‘La única intervención que tengo es que, a los quince días, tengo la impresión de que Segundo Serrano Poncela está haciendo cosdas feas. Y le destituí’. Supuestamente, Carrillo había realizado un descubrimiento a finales de noviembre: ‘Se están cometiendo arbitrariedades y este hombre es un ladrón’, y adujo que Serrano Poncela tenía en su posesión joyas robadas a los detenidos, además de afirmar que se había ponderado su ejecución. El continuado protagonismo de Serrano Poncela en las JSU desmiente lo anterior… Es inconcebible -añade Preston con toda la razón- que Carrillo, como máxima autoridad en el ámbito del orden público, lo ignorara. A fin de cuentas, pese a sus afirmaciones posteriores, recibía partes diarios de Serrano Poncela».

Es evidente que sería mucho pedir que un reptil camine erguido y Carrillo murió sin tener el valor elemental de aceptar que en la guerra, al enemigo, se le mata y que él, aún siendo demasiado menguado para matar por propia mano, sí se atrevió a mandar matar, por una vez, en su puñetera vida, a falangistas y militares enemigos.

Digo esto aquí, porque la realidad es contingente y no se llega a donde hemos llegado porque la existencia sea empujada por fuerzas ciegas, por el infortunio o por el destino, sino porque ciertos hombres son quienes son y hacen lo que hacen.

Este sujeto, que definía como «cuento de hadas», sic, su estancia en el hotel Savoy de Moscú, el coche con chófer que se puso allí a su disposición, el trato de igual a igual con Dimitrov y la abundancia de caviar con la que los rusos le alimentaron y otras excelencias de los festejos estalinistas; aceptaría, décadas después, con el mismo desparpajo y la misma villanía, los abrazos de Fraga, los agradecimientos del Borbón y los premios y patrocinios de la oligarquía franquista… Pero todo eso era por lo de la «política de reconciliación nacional», política que, por cierto, no inventó él, sino sus amos de Moscú en los tiempos del glotón Negrín.

 

Pusilánimes

Largo Caballero y Margarita Nelken

Largo Caballero y Margarita Nelken

Ochenta años hace de la COMUNA DE ASTURIAS, y ochenta años también, de la traición.

El 7 de noviembre, ante la Comisión de Suplicatorios de las Cortes, que debatía si retirarle la inmunidad para que fuera juzgado por los hechos de octubre, este hombre dejó prueba de su cobardía: «Yo estuve en mi casa, como digo, y di orden de que a cualquiera que fuera a preguntar por mi, le dijeran que no estaba. Di esa orden, como ya la había dado en otras ocasiones, porque no tenía ninguna intervención, no tenía nada que ver con lo que pudiera ocurrir, yo no quería ponerme en contacto con nadie, absolutamente con nadie».

Pocas cosas resultan más ridículas en nuestra historia que haber llamado al hombre de la fotografía «el Lenin español». Si Alcalá Zamora da el gobierno a Gil Robles, habrá revolución, dijo. Se crearon las Alianzas Obreras, a las que convirtió en nada y un Comité Revolucionario del que hizo un vano aspaviento.

El 26 de septiembre del 34, la CEDA provocó la crisis de gobierno. Largo Caballero y los suyos amenazaron con la revolución, suficiente, la amenaza, digo, para que estos hombres, confiados en la lealtad «republicana» de Alcalá Zamora, un terrateniente andaluz, reaccionario y monárquico hasta la víspera, se dieran por satisfechos… Y no se hizo nada.

El 3 de octubre, se le informa al «Lenin español» de que habría participación de la CEDA en el gobierno. Su respuesta fue: «Hasta que no lo vea en la Gaceta, no lo creo». Lo tuvo que creer un poco antes, cuando el nuevo Gobierno declaró el estado de guerra y un puñado de soldados se presentaron allí. «La suerte estaba echada», declamó este Julio Cesar del proletariado español.

Y para asegurar que la suerte no era desfavorable a la República capitalista, la UGT avisó con un día de antelación de la convocatoria de una «huelga general pacífica». Gil Robles aprovechó el amable aviso de Largo Caballero para practicar detenciones en masa de jefes «revolucionarios» y miembros dudosos de la policía y el ejército, que el día de la revolución seguían en sus casas y en sus locales, pacíficos y sin armas, pues la revolución de Largo Caballero era una «huelga general pacífica».

Dice Preston, en su biografía del mísero Carrillo: «Es más, durante la crisis se vio a los líderes socialistas conteniendo el fervor revolucionario de sus seguidores… Una vez constatado que las amenazas revolucionarias no habían disuadido a Alcalá Zamora de incorporar la CEDA al Gabinete, los líderes socialistas se escondieron en una madriguera. No se distribuyeron armas y las masas tampoco recibieron instrucciones. No se había trazado ningún plan para iniciar un levantamiento».

Cierto, la huelga general era pacífica y las muchedumbres de obreros en Madrid pasaron días esperando instrucciones y armas que no llegarían porque ni las había, ni había nadie que las quisiera dar. Largo Caballero, el Lenin español se escondió. La República Catalana, inhibida la CNT, duró diez días, lo justo para dar tiempo al Gobierno a disparar el primer cañonazo y dar pretexto a Companys para rendirse… y Asturias se quedó sola frente a la Legión y los moros.

Seguro que era cierto que Largo Caballero tenía una «honradez» que ninguno de los otros jefes socialistas alcanzaba, seguro que estaba muy por encima de despreciables sujetos como Prieto o Besteiro, pero de nunca la honradez ha impedido la pusilanimería. En el siguiente envite, los mismos cobardes, los mismos personajes, los mismos comediantes, toda esta fruslería humana, forjaría el triunfo de Franco y el fin de la esperanza.

 

La Comuna de Asturias, 1934

Folleto de Grandizo Munis

Folleto de Grandizo Munis

El represor hace lo que a su condición corresponde. En el fracaso de la revolución de octubre del 34 la responsabilidad no es de los legionarios ni de ese cuerpo de matones que llamamos «guardia civil».

En Madrid, las Alianzas Obreras, los órganos de poder e insurrección que surgieron en el impulso revolucionario del 34, fueron neutralizadas por el PSOE y por la cínica ambigüedad de Largo Caballero, el hombre que llevaba meses asegurando: «ya está todo preparado». En Barcelona, la CNT, medio excluida de las Alianzas Obreras por la política divisionista del PCE y medio inhibida por esa misma parálisis que más adelante la llevó a regalar el poder político a Companys, hizo imposible la insurrección.

En Madrid el PSOE convocó una «huelga general pacífica» y los obreros de la capital fueron abandonados en la calle durante días a la espera de instrucciones y armas. En Cataluña, un par de cañonazos del enemigo doblegó la «república catalana» mientras la CNT miraba desde lejos. Los mineros asturianos, solos, enfrentados a todas las fuerzas del enemigo, que no tenían que preocuparse de ninguna retaguardia, sólo podían sucumbir.

Posiblemente, esto, que cuenta Grandizo Munis, sea lo que mejor explica por qué en octubre de 1934, otra vez, la revolución española fue ahogada antes de nacer:

«Yo mismo, la mañana del 5, avisté en la calle de la Montera a Amaro del Rosal, dirigente del sindicato de banca y bolsa, uno de los pretendidos jefes de la milicia socialista. Iba tapándose la cara con el pañuelo, para no ser reconocido, cuando le increpé: ‘La gente empieza a desesperar, es preciso actuar. Todos aguardan órdenes y armas del Partido Socialista. Nadie sabe donde estáis, qué hacéis ni que proyectáis’. Vivamente molesto al verse interpelado en medio de la calle, me respondió sin quitarse el pañuelo de la nariz: ‘Si quieren armas que las busquen y hagan lo que les dé la gana'». (Munis, Jalones, pág. 148)

http://bsstock.files.wordpress.com/2014/03/munis-quc3a9-son-las-dianzas-obreras-1934.pdf

 

Dos veces olvidados

W. Solano

W. Solano

En septiembre de 2010 murió a los 94 años Wilebaldo Solano. Soy exigente en mis admiraciones, pero admiro sin reservas a este hombre.

https://www.youtube.com/watch?v=jn9M8jRrhfA

LOS ESTALINISTAS SÍ ERAN AGENTES FASCISTAS. TOGLIATTI: «LOS COMUNISTAS HACEMOS NUESTRO VUESTRO PROGRAMA FASCISTA DE 1919»

Recopilación de documentos de Agustín Guillamón

Recopilación de documentos de Agustín Guillamón

Trotsky, a los trotskystas o a sus asimilados se les acusó de ser agentes del fascismo, contrarevolucionarios, espías… y todavía no pocos imbéciles lo hacen. Estamos en 2014 y ningún documento, prueba o indicio ha sido hallado sobre esos vínculos de Trotsky con el fascismo. Parece que los estalinistas sí tuvieron tales vínculos y no solamente eso, sino que alardearon de tenerlos. Ya hablaré de los trece puntos de Negrín, pero ahora transcribo aquí un texto que me ha recordado Alejo Martínez (Togliatti, Palmiro. — Appel aux fascistes [bandeau : « Quand le Parti communiste italien tentait de s’allier avec les fascistes »] / [préf. Alfredo M. Bonanno]. — Paris : Nautilus, 1983):

“Ampliando el Frente Popular”. Boletín. Editado por el Grupo Bolchevique Leninista de España (IV Internacional) número 1, Barcelona, enero 1937.

En un llamamiento del Partido Comunista Italiano, publicado en “Stato Operario” en agosto de 1936, aparece el siguiente párrafo, que ofrecemos a los trabajadores que aún creen en el stalinismo, como una muestra de la “flexibilidad” política del Frente Popular:
“¡PARA SALVAR A ITALIA ES PRECISO RECONCILIAR EL PUEBLO ITALIANO! ¡PUEBLO ITALIANO, FASCISTAS DE LA VIEJA GUARDIA, JÓVENES FASCISTAS! LOS COMUNISTAS HACEMOS NUESTRO VUESTRO PROGRAMA FASCISTA DE 1919, QUE ES UN PROGRAMA DE PAZ, DE LIBERTAD Y DE DEFENSA DE LOS INTERESES DE LOS TRABAJADORES. NOSOTROS OS DECIMOS: LUCHEMOS TODOS UNIDOS POR REALIZAR ESTE PROGRAMA”.

Documentación histórica del trotskismo español, Agustín Guillamón, pag 73.

Enlace a todos los libros de Agustín Guillamón.

¿TIENE UN REVÓLVER, CAMARADA KOLTSOV?. SÍ, CAMARADA STALIN. ¿NO HABRÁ PENSANDO EN SUICIDARSE, VERDAD?

Mijail Koltsov

Mijail Koltsov

No he leído el libro (Diario de la guerra de España) de Koltsov. No tengo ahora tiempo para «hazañas bélicas» y, en todo caso, su interés es otro, pues este hombre y lo que escribía, gustaba a Stalin. Eso de por sí ya mengua mis esperanzas sobre su talento literario. No me suele gustar lo que a los patanes les entusiasma y a Dzhugashvili le entusiasmaban mucho las crónicas de Koltsov… hasta que le mandó matar.

Sin embargo la vida de este hombre, y sobre todo su muerte, definen ejemplarmente el concepto de «canalla abnegado» porque él sabía lo que ocurría, sabía que la matanza era, antes de ser matanza, la inversión pervertida de la verdad y no obstante, lamía las botas del georgiano, arqueaba el lomo cuando éste le daba una palmadita, proporcionaba ornato a la catástrofe y a la contrarrevolución y, finalmente, con una mueca de atónita estupidez, se preguntaba qué había pasado si él no había hecho nada.

El 27 de septiembre de 1938, Yezhov envió a Stalin su primer «informe especial» sobre Mijail Koltsov. En la primera página el georgiano garabateó «convocar a Koltsov». El trece de diciembre fue detenido, pero entre tanto sucedieron cosas.

En la primavera anterior Stalin lo invitó a su palco, lo invitó a hacer la presentación de la «Historia del partido bolchevique» editada por el propio Stalin, es decir, falsificada bajo su directa supervisión, se le nombró miembro corresponsal de la Academia de Ciencias… era el perro dilecto del amo y se sentía feliz. El 12 de diciembre pronunció su conferencia presentando la «historia» estalinista del Partido. Después, cuando llegó a su despacho de la redacción de Pravda, los hombres de Yezhov se lo llevaron.

A su hermano Yefimov le había comentado: «no entiendo qué ha ocurrido, pero siento que algo ha cambiado. Me pregunto desde dónde sopla este viento que no augura nada bueno».

El viento ese se había hecho notar un año antes, en la primavera del 37 cuando Stalin le hizo algunas preguntas en presencia de Kaganovich, Molotov, Vorosholov y del propio Yezhov. Sobre esa entrevista Koltsov escribió lo siguiente:

«Se plantó frente a mí, con los brazos cruzados en el pecho, se inclinó y me preguntó: ¿Cómo te llamas en español? ¿Migel?. Yo contesté: Miguel, camarada Stalin. ¡Muy bien, don Miguel, Nosotros, nobles españoles, le agradecemos cordialmente su informe, de lo más interesante. Le deseo lo mejor, don Miguel. Hasta pronto. ¡Estoy al servicio de la Unión Soviética, camarada Stalin. Me dirigía a la puerta cuando me llamó de nuevo e inició una extraña conversación: ¿Tiene un revólver, camarada Koltsov?. Completamente desconcertado, contesté: Sí, camarada Stalin. ¿No estará pensando en suicidarse, verdad?. Aún más perplejo, le contesté: Por supuesto que no. Jamás me ha pasado por la cabeza. Stalin sólo dijo: Excelente, Excelente. Gracias de nuevo, camarada Koltsov. Nos veremos pronto, don Miguel».

La desgracia de Koltsov empezó a fraguarse cuando en el 36 fue designado como acompañante de André Gide en su viaje a la URSS. En noviembre del 36 Gide publicó su libro «Regreso de la URSS». Koltsov se dedicó a acusar a Gide de «trotskysmo» y a denunciar ese libro como una «sucia calumnia». No sabía, que al mismo tiempo que él acusaba a otros de «trotskystas» sabiendo, sabiendo de sobra, que la cosa llevaba implícita la pena de muerte, había llegado una carta secreta, dirigida personalmente a Stalin y remitida por André Marty desde Albacete, base de las brigadas internacionales, de las que el tal Marty era, por encargo de la Komintern, Inspector General:

«En otras ocasiones, camarada Stalin, ya llamé su atención sobre las actividades de Koltsov que quedan fuera de la prerrogativa de su corresponsal pero le han sido usurpadas arbitrariamente por él. Su interferencia en cuestiones militares utilizando su posición de representante de Moscú merece condena. Sin embargo, ahora me gustaría llamar su atención sobre circunstancias más serias que espero que usted, camarada Stalin, también considere cercanas a la traición.
1.- Junto con su compañero inseparable André Malrauz, Koltsov entró en contacto con el POUM trotskysta. Si tenemos en cuenta las viejas simpatías de Koltsov hacia Trotsky, esos contactos no son casuales.
2.- La llamada esposa civil de Koltsov, Maria Osten es, no me cabe duda de ello, una agente secreto del servicio de inteligencia alemán. Estoy convencido de que muchos fracasos en los enfrentamientos militares con el fascismo son consecuencia de sus actividades de espionaje.
Firmado_ André Marty
Base de las Brigadas Internacionales, Albacete, España».

En la Lubianka, Koltsov escribió su última novela, acusando a todos de todo. El juicio se celebró el 1 de febrero de 1939 en sesión secreta presidida por una conocida alimaña estalinista: Vasili Ulrij.

Koltsov, antes de morir, tuvo un último destello humano. Cuando Ulrij le preguntó si admitía los cargos, en el acta del juicio consta: «se declara no culpable de ningún cargo presentado en la acusación. Todas las declaraciones fueron escritas por él personalmente tras cinco meses de graves palizas y torturas, y no son más que mentiras e invenciones. Todo el volumen 2 de sus confesiones ha sido producido bajo la presión de sus acusadores. Declara que la confesión fue obtenida mediante los golpes asestados por los interrogadores…». Fue condenado a muerte por fusilamiento y la pena se ejecutó el 2 de febrero de 1940″.

Años antes, en el 38, había comentado a su hermano: «¿Qué está pasando? ¿Cómo hemos llegado a tener de pronto tantos enemigos? ¡Son personas que conocemos desde hace años, con las que convivimos codo con codo durante años! ¡Comandantes del Ejército, héroes de la guerra civil, veteranos del partido! Y por algún motivo , en cuanto están entre rejas inmediatamente confiesan que son enemigos del pueblo, esías, agentes de servicios de inteligencia extranjeros. ¿Qué está pasando? Creo que me estoy volviendo loco. Como miembro de la dirección editorial de Pravda, periodista conocido y diputado parlamentario, debería poder explicar a los demás el significado de lo que está ocurriendo, los motivos de tantas denuncias y detenciones. Pero de hecho, como un pequeñoburgués aterrorizado, no sé nada; no entiendo nada. Estoy perplejo, a ciegas».

Algo parecido le pregunté yo, hace algunos años, a una pariente putativa lejana cuyo padre había estado, como adjunto o algo parecido, con Antonov Obsenko en Barcelona: ¿Toñi, cuando hicieron volver a Obsenko a Moscú, lo detuvieron y lo fusilaron tu padre y tú no os preguntasteis si era inocente, no pensasteis que era imposible que ese hombre hubiera hecho lo que decían que había hecho, no tuvisteis alguna duda sobre su inocencia, no se os pasó por un momento la idea de que el criminal era el que le mandaba matar, vuestro Stalin, y no la víctima? No, ni ella ni su padre tuvieron ninguna duda. En tales deshechos convirtió el estalinismo a hombres y mujeres.

http://lolabits.es/manke/Documentos/Ebooks/Mijail+Koltsov+-+Diario_de_la_Guerra_de_Espana,3168664.epub

 

UN TAL DZHUGASHVILI, EL AGENTE DE LA GESTAPO EN EL KREMLIN

Firma del pacto Hitler-Stalin

Firma del pacto Hitler-Stalin

En la fotografía, el viajante de vinos Ribbentrop, vuelto en ministro de exteriores de Hitler, junto al «Padre de todos los pueblos», observando cómo Molotov firma el pacto Nazi-Soviético.

En marzo de 1937, un poco antes de que la acción del PCE y la omisión de la CNT (García Oliver y la Montseny) consumaran la contrarevolución en España (mayo del 37) Stalin había dicho lo siguiente:

«Los trotskistas, que constituyen elementos activos de la destrucción subversiva y las actividades de espionaje de los servicios de inteligencia en el extranjero, hace tiempo que han dejado de ser una tendencia política dentro del movimiento de la clase trabajadora al servicio de una idea compatible con los intereses de la misma, y se han convertido en una banda sin escrúpulos de destructores, saboteadores, espías, asesinos, carentes de contenido ideológico que trabajan para organismos de inteligencia extranjeros… en la lucha contra el trotskismo moderno NO NECESITAMOS LOS VIEJOS MÉTODOS DEL DEBATE, SINO NUEVOS MÉTODOS DE ELIMINACIÓN Y EXTERMINIO». (Stalin: Sobre los defectos del funcionamiento del partido y las medidas para liquidar a los trotskistas y otros agentes dobles. Informe en el pleno de febrero-marzo del Comité Central del partido, 3 de marzo de 1937).

No es ninguna tontería esto que dice el georgiano infame, lo de «banda sin escrúpulos… carentes de contenido ideológico», porque habla de lo que conoce, de lo que conoce sin sombra de dudas, sin rincones y sin sombras, porque de quien está hablando es de sí mismo y no exagera en cuanto al uso del asesinato y el sabotaje, pero a una escala tal, que ningún precedente podía invocarse para predecir lo que estaba ocurriendo e iba a ocurrir.

Al tiempo que acusaba a los «trotskistas», es decir, a todos los que no le fueran inocuos, objetiva o potencialmente, de agentes de la Gestapo y del fascismo, el seminarista pensaba y preparaba una colaboración con el fascismo y la Gestapo que pocos, puede que solo uno, fueron capaces de intuir.

El 22 de septiembre de 1938, Trotsky publicó un artículo titulado «Después del colapso de Checoslovaquia Stalin buscará un acuerdo con Hitler»:

El colapso de Checoslovaquia es el colapso de la política internacional que aplicó Stalin durante los últimos cinco años. La idea de Moscú de “una alianza de las democracias” para luchar contra el fascismo es una ficción sin perspectivas de vida. Nadie quiere luchar por un principio democrático abstracto; todos luchan por sus intereses materiales. Inglaterra y Francia prefieren satisfacer los apetitos de Hitler a expensas de Austria y Checoslovaquia más que a expensas de sus colonias… El tremendo golpe asestado a la posición internacional de la URSS es la retribución por las continuas y sangrientas purgas que descabezaron al ejército, desbarataron la economía y revelaron la debilidad del régimen stalinista. El origen de la política derrotista está en el Kremlin. Tenemos la certeza de que ahora la diplomacia soviética intentará una aproximación a Hitler».

El pacto Nazi-Soviético con sus tres protocoles secretos se firmó el 23 de agosto del 39 y estuvo en vigor casi dos años, hasta la invasión alemana. Entonces se lamentó el seminarista de la locura del cabo alemán porque juntos, dijo, habrían sido invencibles.

Comenzó, entonces, una estrecha colaboración del «comunismo» estalinista con la Gestapo. Aquello por lo que los «trotskistas» debían enfrentarse y se enfrentaron, a «nuevos métodos de eliminación y exterminio», lo hacía realidad y lo consumaba ahora, Dzhugashvili.

En España, el PCE lanzaba la consigna de la «reconciliación nacional» (sí, tal cual, esto no lo inventó Carrillo durante el tardofranquismo); buscaba las negociaciones de paz con Franco y los buenos españoles; y el infame Negrín hacía públicos sus trece puntos como condiciones para tales negociaciones con los fascistas que deberían llevar a la paz mediante la creación de un gobierno de unidad nacional.

En Rusia, la NKVD comenzaba una etapa de estrecha colaboración con la Gestapo, esta sí real y documentada. Por ejemplo, en el verano de 1941, la NKVD entregó a los nazis más de cuatro mil personas, entre ellos familiares de detenidos en la URSS y en el mismo marco de colaboración nazi-soviética, continuó con las ejecuciones de refugiados alemanes en su territorio; y digo continuó porque eso ya había empezado antes, cuando Stalin «desmanteló» los servicios de inteligencia del Ejército Rojo, a los que consideraba «infiltrados totalmente por alemanes».

Es mérito de Stalin haber creado la más desmesurada «banda sin escrúpulos… carentes de contenido ideológico» y en esa carencia de principios estamos porque, como iré argumentando aquí, no ha existido nunca una cesura entre el más podrido estalinismo, el de los años treinta, y los modernos y occidentalizados partidos comunistas oficiales. Carrillo no traicionó nada. Por el contrario fue escrupuloso continuador de Stalin-Dimitrov, tan escrupuloso y fiel a ellos que ni se molestó en modificar consignas y jaculatorias, desde la de «reconciliación nacional» hasta la de «defensa de la democracia».

Quien quiera enterarse que se entere, quien quiera aprender que aprenda, pero el tiempo pasa y volvemos a lo mismo, a los «frentes populares» a la regeneración democrática del capitalismo», a las «etapas» leninistas en espera eterna de la parusía de una revolución sistemáticamente obstruida… y así seguiremos hasta que el enemigo sobrepase el punto de inflexión en el que su capacidad represiva sea ya irreversible.

http://ceipleontrotsky.org/Despues-del-colapso-de-Checoslovaquia-Stalin-buscara-un-acuerdo-con-Hitler

STALIN: MEJOR MATAR TROTSKISTAS QUE A FRANCO

Kim Philby (Harold Adrian Russell Philby)

Kim Philby (Harold Adrian Russell Philby)

No se puede decir que Stalin quisiera la victoria de Franco, pero había otras cosas que quería menos aún, sobre todo a partir de finales del 37 y principios del 38, cuando ya se empezaba a trabajar seriamente en un pacto con Hitler.

Como el Oseta consideraba que la mejor forma de solucionar un problema era matar a los hombres que causaban el problema, parece que hizo ciertos intentos de matar a Franco.

Tres agentes fueron enviados con esa intención a la zona fascista: Grigori M. Semiónov, oficial de inteligencia militar, Artur Stashevsky y Dristaps Salnins, recibieron el encargo, en la primavera de 1937, de infiltrase en la región de Riotinto y Aroche para «liquidar a varios dirigentes del movimiento fascista». No mataron a ninguno. En realidad se dedicaron, con éxito, a organizar operaciones de guerrilla y sabotaje.

Una mujer, Elli Bronina, también oficial de la inteligencia militar, fue encargada de tal misión, misión que no cumplió, evidentemente.

Por su parte, la NKVD recurrió a Kim Philby (Harold Adrian Russell Philby, en la fotografía) uno o el principal de los que luego se conocieron como los cinco de Cambridge.

«El NKVD, a su vez, dio órdenes a su residente ilegal en Londres, Theodor Maly (luego llamado a Moscú por Yezhov y pasado por las armas) de enviar a Kim Philby, cuyo nombre en clave era Söhnchen, como corresponsal de guerra con el ejército de Franco. El agente estaba bien informado de que su objetivo era encontrar la manera de acercarse al Generalísimo y matarlo. A pesar de que Philby era un entusiasta, Maly informó al Centro de que Söhnchen no sería capaz de cumplir la misión. En Mayo, cuando regresó a Londres, Maly informó al Centro de que Kim sin duda no era el hombre adecuado para esa tarea especial, es decir, asesinar.
A pesar de que Maly recibió órdenes de seguir preparando a Philby para la misión, así como de intesificar sus esfuerzos para acercarse lo máximo posible al círculo íntimo de Franco, estaba claro que se necesitaba un candidato de reserva. Grigúlevich era el candidato ideal en todos los sentidos» (Volodarsky: El caso Orlov).

Ninguno de los «intentos» de matar a Franco, parecen haberse tomado en serio y, sin embargo, en ese momento, las prioridades de Stalin dieron signo de haber cambiado. Yagoda fue destituido y pasado por las armas. En su lugar fue nombrado Nikolai Yezhov, alias «enano sanguinario» y comenzó en la URSS la Yezhovshchina, el Gran Terror. Desde ese momento, Franco, como objetivo de los liquidadores de la NKVD, fue abandonado. El Oseta grasiento dedicó la élite de sus asesinos en España (Nahum Isaakovich Eitingon, luego encargado de preparar el asesinato definitivo de Trotsky) no a matar a Franco, sino a matar «trotskystas».

«En diciembre de 1936 el Comité Ejecutivo de la Komintern (ECCI) informó al PCE: ‘Ocurra lo que ocurra, hay que lograr la destrucción final de los trotskistas, exponiéndolos a las masas como un servicio secreto fascista que realiza acciones de provocación al servicio de Hitler y el general Franco para intentar dividir el Frente Popular llevando a cabo una campaña difamatoria contra la Unión Soviética, un servicio secreto que ayudaba activamente al fascismo en España».

El 11 de diciembre de 1936 llegó al PCE el siguiente telegrama dirigido a José Días, al argentino Codovilla y a Pedro (el húngaro Erno Gero, otro de los asesinos selectos del Oseta):

De: MOSCÚ
A: MADRID
Nº .-
LUIS (Codovilla), PEPE (Díaz), PEDRO (Gerö)
Il faut prendre orientation à la liquidation politique des Trotskistes comme contre-révolutionnaires agents GESTAPO, Après campagne politique éloigner du gouvernement local et tous les organes. Supprimer presse, expulser tous éléments étrangers. Tache de réaliser ces mesures en accor avec anarchistes.

RUDOLF (sin identificar).

(Volodarsky: El caso Orlov, pag 164)

Traducción: «Hace falta orientarse a la liquidación política de los trotskistas como contrarevolucionarios agentes GESTAPO. Después campaña política alejar del gobierno local y todos los órganos. Suprimir prensa, expulsar todos los elementos extranjeros. Tratar de realizar estas medidas acordadas con los anarquistas».

La expresión «liquidación política» podría llevar a pensar que el asesinato estaba descartado, pero «liquidación política» y «liquidación» no eran conceptos antónimos, sino sinónimos en la acción estalinista, como pronto se supo. Por otro lado, era la lógica de las cosas, porque en España en guerra, los agentes de la Gestapo y de Franco debían ser fusilados.

El georgiano, al tiempo que desistía de matar a Franco, cosa que no hubiera sido en absoluto imposible y meditaba en el pacto con Hitler, acusaba de «agentes de Franco», a los trotskistas españoles… o a quienes se les parecieran.