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EL COMPLOT DEL HOTEL LUX

La Ibárruri, Fernando Claudín y Vicente Uribe, durante el VI Congreso del PCE

La Ibárruri, Fernando Claudín y Vicente Uribe, durante el VI Congreso del PCE

En 1978 Fernando Claudín publicó «Documentos de una Divergencia Comunista» en la editorial El Viejo Topo. Era una recopilación de los documentos que habían llevado a su expulsión del PCE junto con Semprún. En la introducción del libro este hombre evoca su estrecha amistad con Carrillo, se queja amargamente de su expulsión y, en cierto momento, dice: «Entre 1956 y 1964 de perfilaron, por tanto, tres temas básicos de conflicto en la dirección del PCE: el estalinismo, la realidad española y el funcionamiento del partido. Las posiciones a las que yo iba llegando sobre estos tres temas eran producto de la experiencia práctica que acabo de evocar. A partir de 1954, después de una larga estancia en la URSS, pude ampliar mi bagaje teórico marxista, hasta entonces limitado casi exclusivamente a Marx, Engels, Lenin y Stalin (esto último no es irónico sarcasmo, sino afirmación seria de Claudín) y dominado por la óptica staliniana. Con la preocupación concreta de esclarecer lo que estaba ocurriendo me precipité sobre el ‘marxismo prohibido’ o ‘poco recomendable’ cuyo catálogo era largo (Trotsky, Rosa Luxemburg, Berstein, Kautsky, Hilferding, Korsch, Lukás, Gramsci, etc)…

Esto debería bastar para esclarecer la miseria de la dirección del PCE, Claudín incluído, pero este Claudín, que se queja de haber sido represaliado por Carrillo, como si fuera nuevo en la sórdida vida de las zahúrdas estaliniacas, tuvo un notorio protagonismo en unos hechos nauseabundos: el complot del hotel Lux de Moscú,

Hacia 1947 Carrillo viajó a Moscú. El PCE afrontaba una crisis grave. Una cantidad más o menos indeterminada de sus exiliados en la URSS quería salir de allí y eso era una vergüenza y un compromiso para Carrillo. En una reunión a la que convocó a los exiliados españoles, Carrillo acusó de traidores a los que preferían vivir entre capitalistas. De vuelta en Francia, volvió a dar un encendido discurso: «!Gracias, Stalin! por haber hecho de nuestros hijos hombres. Y gracias a ti, Dolores Ibárruri, que volcaste sobre ellos toda tu ternura».

Ya hablaré del tipo de «ternura» que la Ibárruri se gastaba, sobre todo con los militantes del partido liberados de los Lager alemanes, sospechosos, por ello, de ser espías nazis y del imperialismo, pero el caso es que con tanto amor como mostraba Carrillo, ha de entenderse que fuera el artífice del montaje del hotel Lux.

Carrillo descubrió y denunció un complot para asesinar a la Pasionaria y a Francisco Antón en el hotel Lux. Los jefes del plan fueron Jesús Hernández y Enrique Castro Delgado con la ayuda de Lister y Modesto. El «sumario» fue instruido por Fernando Claudín y Vicente Uribe y el «juicio» comenzó el 25 de noviembre de 1947.

Según Preston en su biografía de Carrillo «Ante la asamblea, cuyos integrantes no eran todos miembros del partido, se alineó a cinco líderes destacados para someterlos a una humillación ritual. Sus delitos eran la complicidad en el descontento de los emigrantes antisoviéticos (los que querían salir de la URSS) y, más grave aún, el no haber desvelado el complot de Hernández y Castro (los dos habían sido expulsados del partido mucho antes y carecían, por tanto, de cualquier capacidad para contradecir a Claudín y Carrillo) para asesinar a la Pasionaria y Francisco Antón. Se les prohibió el acceso a cargos de responsabilidad del partido. Sólo confesando sus ‘errores’ y aceptando su culpabilidad evitaron ser enviados a los campos y recalaron en la fábrica de coches de Stalin en Moscú».

Estas víctimas tuvieron mejor suerte que Heriberto Quiñones (el moldavo Yefin Granowdiski). Jesús Monzón Repáraz o Cristino García, quien había recibido de Carrillo la orden de matar a Gabriel León Trilla, a lo que contestó que el «era un revolucionario y no un asesino» lo que no salvó la vida de Trilla pero sí determinó la muerte de Cristino García…