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¿CELEBRÁIS A ESTA MUJER, EN LUGAR DE MALDECIRLA?

Francisco Antón y Dolores Ibárruri

Francisco Antón y Dolores Ibárruri

El caso de Francisco Antón tiene interés porque hoy andan llevando flores a esa heroína del pueblo que es Dolores Ibárruri y porque la purga de Antón fue la primera que terminó sin mandar asesinos a que le despacharan, sin despacharlo a él camino de Asia Central o sin delatarlo a la policía franquista.

Para entender los hechos, conviene recordar que ambos, ella y Francisco Antón, quince años más joven, eran amantes desde 1937 hasta que éste prefirió a una muchacha de 25 años con la que terminó casándose.

Hago gracia de la polémica en la que se pretendió amparar esta purga porque era falsa y sólo ocultaba las cuchilladas por la subsistencia que se repartían los «rusos» (Ibárruri, Lister, Mije, etc.) y los «parisinos» (Carrillo y Antón) y porque su irrelevancia es completa y todos sus protagonistas sabían que las acusaciones que se iban a preparar, según los usos y costumbres estaliniacos, no necesitaban de ninguna correspondencia con la realidad.

La cosa comenzó un 25 de octubre de 1951 con un discurso de la Ibárruri en el que llamaba a la «vigilancia revolucionaria» permanente en la lucha contra «la banda de espías y provocadores titistas, a las órdenes de los servicios policíacos imperialistas». Era el introitus del aquelarre.

A Carrillo y a Antón se les acusó de no dar correcta información a los rusos. La imputación parecía inocente, pero a Uribe se le envió a París para que oficiara los interrogatorios. Carrillo salió del paso con una «autocrítica» rastrera. Antón intentó hacer lo mismo, pero él había sido el elegido.

El 28 de junio de 1952, la Ibárruri escribió a los demás miembros del Politburó advirtiéndoles de que Antón había ido más allá del «vicio caciquil», que su actividad era «fraccionalista de la peor estirpe» (esto, hasta ese momento, costaba la vida) y lo acusó de ser agente de la policía, lo que costaba dos veces la vida.

El «proceso» se prolongó casi dos años y terminó en el 54, con Stalin muerto, posiblemente la única razón por la que Antón se libró de ser muerto o deportado. Por su parte, cuando Carrillo se dio cuenta de la situación, también según los usos y costumbres de la Casa, se apresuró a clamar contra su amigo: crucificadlo, crucificadlo: «Creo -dijo- que la actividad fraccional de Antón consiste en que, llevado de su vanidad, de su egolatría, practicando métodos personales que en el Buró Político solo pueden llevar a la división de la dirección, Antón llevó una lucha contra los camaradas de la dirección del partido que se hallaban fuera, mostró resistencia y hostilidad a todas sus opiniones»

Antón redactó una primera confesión en la que se acusaba de que debido a su origen burgués, había intentado destruir al PCE. No bastó. Se le imputó, entre otras cosas, por fraccionalismo y desobediencia a la autoridad del Politburó, por minar la lucha revolucionaria de las masas e incumplir la democracia interna (sic) por usar el terror para sancionar o expulsar (sic)… Se le ordenó que redactar otra confesión en la que, además de aceptar e inculparse de lo anterior, debía explicar qué le había incitado a preparar la destrucción del PCE y si era «consciente de la política criminal puesta en práctica por él»…

El 13 de noviembre del 53 la propia Dolores Ibárruri intervino. Dijo que el que había sido su amante (cierto que para entonces nadie se acordaba de que la fiscala había retozado con el acusado durante años) «Favorecía a los enemigos más rabiosos del partido, a los enemigos de la clase obrera, a los enemigos de la democracia, a los servicios policiacos de no importa que país imperialista». y en un paroxismo de depravación nauseabunda, aportaba como «prueba» de cargo, el hecho de que Antón había sido enviado, en 1940, por los nazis a la Unión Soviética.

Digo que esto último era un paroxismo de depravación, porque lo que en realidad había pasado es que Antón fue apresado por la Gestapo e internado en el campo de concentración de Le Vernet. A instancias del PCE, es decir, de la propia Pasionaria, se negoció con los nazis un cambio de prisioneros, Antón fue liberado y con pasaporte soviético, atravesó Alemania en compañía de un diplomático ruso.

Con Stalin muerto, Antón fue condenado a ser «reeducado» en una fábrica polaca, aislado de todos los miembros del PCE y de su propia familia… Tuvo suerte porque, con estas palabras, puso fin La Pasionaria al caso Antón:

«Hemos desenmascarado y arrojado de nuestras filas a los Hernández, a los Comorera y a los Del Barrio, tipos de conciencia podrida, cuyos dientes ratoneros se han mellado en el acerado tejido muscular del Partido … Y ahí están, engargantados como capones en cebadero, contando las glorias del imperialismo de cuyos desperdicios se alimentan».

Cartel conmemorativo del 25 aniversario de la muerte de D. Ibárruri

Cartel conmemorativo del 25 aniversario de la muerte de D. Ibárruri

Y sin embargo, en una de las páginas de Izquierda Unida aparece esta fotografía y más de ocho mil personas dicen que les gusta. La acompaña el siguiente texto: «Hoy hace 25 años que nos dejaba Dolores Ibárruri ‘Pasionaria’. Una mujer que dedicó toda su vida a luchar por la libertad de su pueblo, contra el fascismo y por los derechos de la clase trabajadora. Una flor y una heroína del siglo XX. ¡Dolores vive!».

¿Cuántas de esas personas saben quién fue? Sujetamos sobre cimientos podridos una costra de falsedades. Admiramos la vileza, adulamos a los canallas porque todas las realidades dejan de ser consistentes:

«De la misma manera que el terror incluso en su forma pretotalitaria y simplemente tiránica, arruina todas las relaciones entre los hombres, así la autocoacción del pensamiento ideológico arruina todas las relaciones con la realidad. La preparación ha tenido éxito cuando los hombres pierden el contacto con sus semejantes tanto como con la realidad que existe en torno de ellos; porque, junto con estos contactos, los hombres pierden la capacidad tanto para la experiencia como para el pensamiento. El objeto ideal de la dominación totalitaria no es el nazi convencido o el comunista convencido, sin las personas para quines ya no existen la distinción entre el hecho y la ficción (es decir, la realidad de la experiencia) y la distinción entre lo verdadero y lo falso (es decir, las normas del pensamiento)».

Hannah Arent. Los Orígenes del Totalitarismo.