Desde mediados de los 60 lo único que determinó la «línea política» del PCE fue dar garantías de lealtad al capitalismo español (en realidad esto no es así. No fue desde mediados de los 60, sino desde el primer día de la guerra. Incluso el nomen iuris de «política de reconciliación nacional» ya había aparecido a partir del año 37, pero no hace falta irse tan lejos ahora). El PCE proponía una alianza contra Franco con la «burguesía», con los católicos e incluso con los militares, y el valor que se adjudicaba era su capacidad de control del movimiento obrero. Carrillo lo dijo varias veces, sólo el PCE daba la seguridad de una transición no violenta, sólo el PCE podía ofrecerse como una fuerza contrarevolucionaria eficaz… lo cual era cierto.
Entonces, en medio de la descomposición de la autocracia franquista, también se abría «una ventana de oportunidad» (Iñigo Errejón dixit) y lo que se proponía era una amplia alianza interclasista, «transversal», que sin discutir el capitalismo, fuera el cimiento de un cambio político. En eso el PCE fue muy sincero y sus fatigas y afanes se extenuaron durante la «modélica transición» en contener y apagar movilizaciones y en acabar o dejar que la policía tardofranquista acabara, con todos aquellos partidos y sindicatos que habían surgido o existían a su izquierda. Su fidelidad al régimen quedó en esto aquilatada.
Ahora estamos otra vez frente a este déjà vu, mutatis mutandis, naturalmente. Leo que Errejón ha dicho, con una sinceridad llena de inocencia, las siguientes cosas:
1.- «Existe una suerte de ventana, una grieta causada por la desintegración del régimen político del 78; un espacio que podría servir para lograr un cambio político, económico y social».
2.- Ese cambio hay que lograrlo antes de que las «élites» oligárquicas recompongan sus filas, es decir, antes de que la crisis económica deje de empobrecer a la «gente», esto es, a esa muchedumbre que bulle en la parte central de la campana de Gauss, a las clases medias (reales o que así se quieren imaginar a sí mismas) y que necesitan o quieren un capitalismo humanitario y honrado.
2.- Para eso es necesaria una «maquinaria eficaz de guerra electoral», es decir, la estructura de partido que pretende y va a imponer Pablito Iglesias, una estructura literalmente calcada de la de los antiguos partidos estaliniacos: Un Secretario General, Un Politburó y un Comité Central, siendo los dos primeros, los únicos órganos con poder ejecutivo real, es decir, con Poder.
Pues bien, lo primero es cierto. Existe esa suerte de ventana que dice Errejón y no existirá indefinidamente. Habrá que aprovecharla antes de que «las élites» oligárquicas recompongan sus filas ¿pero para qué? Para ganar las elecciones, dicen los chicos de Somosaguas y «devolver la soberanía al pueblo».
No se puede devolver a alguien lo que nunca ha tenido y esto no es sólo una consideración semántica; primero porque ese concepto de «pueblo» no ha existido nunca. Es una construcción ideológica del siglo XVIII o el propio nombre con el que aquella burguesía se definía para honrar su plebeya condición; en segundo lugar porque el poder es un hecho contingente que no se define mediante un cuerpo jurídico nacido del sufragio, sino por la posesión práctica de capital y armas.
Errejón y estos chicos de Somosaguas dicen que hay que actuar antes de que las oligarquías (esos sujetos que tienen capital y armas) se recompongan para poner en su sitio a la «casta», es decir, a sus representantes políticos, y la actuación que propone es ganar unas elecciones, arrebatar a los representantes políticos de los que tienen armas y capital, la redacción del BOE, no las armas y tampoco el capital. Proponen, estos muchachos, circunscritos al sentido práctico y posible de las cosas, que la oligarquía capitalista mundial ceda sus armas y su capital cuando se vea enfrentada al estremecedor hecho de que Pablo Iglesias Turrión se lo pida.
Pues no, no hay cambio político sin cambio social y no hay cambio social sin expropiación y no hay expropiación si ésta no es predicada desde la convincente boca de los cañones. Si en lo que la tropa de Somosaguas dice hubiera una traza diminuta de sinceridad, Iñigo Errejón se habría visto obligado a afirmar que lo que se necesita es una máquina eficaz de guerra revolucionaria, es decir, señalar el cometido, no de ganar unas elecciones, sino de tomar por asalto las calles.
Para eso, para poner sitio y destruir a las «oligarquías» capitalistas, conformar política y organización al dorado medio de la eficacia y la templada voluntad de las sufridas clases medias, ceñirla al triste páramo de la medianía española, a la voluntad de esa muchedumbre atónita y desclasada que ha resultado de cuarenta años de restauración borbónica, es o una estafa, otra estafa más o una soberana tontuna.
No, la estructura estaliniaca de partido que va a imponer Pablito Iglesias, no justificada en la eficacia, sino en los sentimientos irracionales, animalescos, que despierta la parusía de un redentor deseado, no es inocente. Lo que Pablito quiere no es «eficacia», es descontrol, irresponsabilidad y libre arbitrio del jefe en el trono de la organización. Eso amputa cualquier posibilidad de que en Podemos tome cuerpo la polvareda humana de los míseros, de los siervos, de la humanidad fungible.
Que no, que el Emperador va desnudo y no cabalga sobre la majestad de un soberbio caballo negro, sino a lomos de una pobre, vieja y tiñosa burra renqueante. Verdes las han segado… otra vez.
PD. Dígase lo mismo para IU.
http://www.publico.es/551910/vamos-a-construir-una-maquinaria-de-guerra-electoral