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IMPOTENCIA

"La Gente", el nuevo sujeto revolucionario descubierto por Podemos

«La Gente», el nuevo sujeto revolucionario descubierto por Podemos

Nos estamos creyendo que un aparato electoral con éxito presume la quiebra del sistema. Alegremente nos convencemos de que el ominoso régimen del 78 se desmenuza como corresponde a la materia deleznable que es; nos creemos que el sistema asentado en las tupidas redes caciquiles, sustitutas del Jarrapellejos pre republicano, creadas por los dos partidos y medio que legitimaron y aguantan la II Restauración borbónica, se deshace y nos lo creemos porque se aprecia un cierto reajuste electoral que puede poner en peligro las mayorías absolutas en los parlamentos.

Así, en este erial de huérfanos de tradición (la traditio es lo que se arrastra al presente desde el pasado, lo que nos consiente no anularnos en la perplejidad que es no comprender nada) leo cosas como esta, dicha por Angel Luis Lara, sociólogo, profesor de la universidad de Nueva York y activo «militante» o «gente» o «ciudadano» o como demonios se diga ahora, de Podemos:

«Cabe pensar que la apuesta de Podemos por activar una especie de significante vacío que libere su propuesta política de las amarras de lo viejo tiene que ver con esta idea».

¿Un significante vacío? ¿Una novedad? ¿Una sustitución de las banderas rojas y negras, cual dice en el artículo este hombre, por las máscaras de Vendetta, como instrumentos de un nuevo significado?. Este nuevo significado es, vuelvo a citar al mismo personaje, el que se denota en que: «Entre otras muchas cosas, el 15M ha desnudado eso. “No somos ni de izquierda ni de derecha”, dice la PAH. “El debate político izquierda-derecha es de trileros”, recalcan desde Podemos».

Algo de razón hay en esto, en lo de que la antinomia izquierda-derecha se ha vuelto una añagaza de tahúres de barrio chino, porque la izquierda era el cuestinamiento de la propiedad frente al simulacro de la democracia parlamentaria y era ¡ y es! sobre todo, la voluntad de destrucción del aparato estatal capitalista y la creación, ex novo, de un cimiento económico en el que el beneficio económico no sea la secuela de la apropiación privada y violenta del trabajo ajeno; no un keynesianismo humanitario que es lo que ahora pretenden tan modestamente los partidos de «izquierda».

Así, en lo que denuncia Podemos y otros personajes salidos de las últimas movilizaciones pacíficas, en esa oposición entre lo viejo y el «sentido común», el no ser ni de izquierdas ni de derechas, está la seña de su cinismo y su impotencia, porque ni Podemos ni ningún otro grupo pone en crítica y entredicho, la propiedad privada. Gimen, solamente, porque al populacho desclasado, se le de protagonismo político y quieren tal cosa en medio de una estructura productiva que existe porque al populacho desclasado o a la clase obrera o a la clase obrera desmenuzada, se le priva, por las buenas o por las malas, con fútbol o a tiros, de todo protagonismo político.

La vaciedad, la vacuidad del discurso de Podemos o del Frente Cívico o de Guanyen o de lo que sea, en pocas cosas se delata más que en ese nuevo verbo, pedante e inútil del «empoderamiento» que más o menos intuyo que viene a significar otorgar poder al individuo frente a las plutocracias. Un órgano de poder no es la voluntad y capacidad de votar. El poder, al pueblo o al proletariado, no se le da mediante una aplicación de móvil, sino con la fuerza, digo más, para que no haya equívocos, con la fuerza de las armas ejercida mediante órganos de representación propios, de clase, porque, a ver si os enteráis idiotas, los de abajo están abajo porque son fuerza de trabajo, no saqueadores de la fuerza de trabajo, porque están para trabajar para otros, no para sí mismos, porque viven de una nómina, no de los beneficios y dividendos de su capital.

Por otra parte, la banalidad del mundo en el que prospera Podemos y sus frutos, no es menos espantosa. Un cómico, Willy Toledo, levanta huracanes cuando dice lo evidente, pero un libro, «Por el bien del imperio», de Josep Fontana, pasa desapercibido como si hasta aquí no hubiéramos llegado a través de acontecimientos concretos, como si la realidad no fuera contingente y como si cada nuevo adolescente con inquietudes estuviera en condiciones de recrear el conocimiento del mundo, de tener «ideas propias» y valiosas sólo porque su ignorancia le hace creer que viejas idioteces decaídas y desechadas, son novedades muy originales.

Podemos es un discurso vacío, es cierto, pero también es un fraude su supuesta «nueva forma de hacer política», su pretensión de «empoderamiento». No habían pasado ni meses desde su irrupción, cuando la cuadrilla de Somosaguas ya se las arreglaba para oponer a los «círculos organizados», a su militancia activa, el valor de «la gente». Pablito Iglesias sabe -esto se da en la facultad de sociología- que en los círculos puede ser contestado pero que dando el poder a «la gente», presentándole a plebiscito telemático una opción acabada a una masa de individuos desorganizados y aislados, esta votará lo único que puede votar, lo que conoce sin esfuerzo, lo que conoce pasivamente, lo que es famoso. Con el discurso ñoño de que quien importa es «la gente», este muchacho pone sobre la mesa lentejas que si se quieren se toman o si no se dejan, es decir, se asegura que quien mande en el nuevo invento sea el Comité Central.

Pero es que Podemos nos es cualitativamente distinto de Izquierda Unida o del PCE. IU-PCE es una organización inevitablemente muerta y descompuesta. Su discurso político no tiene nada que enfrentar a la banalidad de Podemos. Lo que sí tiene es una larga historia de colaboracionismo con el régimen. Voy a poner aquí dos citas, porque esto ya es demasiado largo, y con eso será bastante:

En noviembre del 82 el minero Gerardo Iglesias, por entonces Secretario General del PCE, decía lo siguiente: «No habrá variación de la política del PCE en relación a realidades como la Monarquía, el Rey o la bandera de España, porque, si es cierto que, en su día, cuando Santiago Carrillo lo planteó -y fue quien defendió con más calor su aceptación- se suscitaron incomprensiones en el seno del partido, hoy éstas ya no existen, sobre todo porque, si hemos dicho que no nos opondríamos a la forma de Estado en la medida en que la Monarquía no obstaculizara el sistema democrático, lo que se ha demostrado es que el Rey no sólo no ha sido un factor de rémora, sino claramente positivo».

Un poco antes, en el 79, un día después de que la policía del Gobierno Suárez, lealmente sostenido por el PCE, ametrallara a los estudiantes en la calle Embajadores de Madrid, asesinando a dos de ellos, CC.OO emitía un comunicado en el que llamaba a los obrero a «no seguir convocatorias de huelgas u otras acciones similares al margen de nuestro sindicato». Con esta medida, según explicó Fidel Alonso, se trata de evitar que el movimiento obrero se vea inmerso en una espiral de acción-reacción». Ni que decir tiene que ni CC.OO ni el PCE convocaron ninguna movilización.

Así podríamos seguir hasta el día de hoy, hasta su silencio actual, hasta su keynesianismo presente, hasta su actual institucionalidad y su transversalidad electoral, acumulando náusea sobre náusea.

No, la impotencia de Podemos no es distinta de la impotencia de IU, así que es mentira, es una patraña, que «el miedo esté cambiando de bando» ¿o es por miedo por lo que el invertido Rajoy (y no lo digo por su condición sexual, sino por su perversidad pública) ha prometido a la alemana de vientre dos veces insaciable, una segunda fase del saqueo, en la que se robarán a la clase obrera española otros 50.000 millones más?.

http://elpais.com/diario/1979/12/15/espana/314060408_850215.html

http://elpais.com/diario/1979/12/14/espana/313974011_850215.html

http://elpais.com/diario/1982/11/13/espana/405990017_850215.html

https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/23715-cayo-y-asustadoras.html