Que este hombre diga cosas como que «el policía también es un trabajador» no es que me importe mucho… pero que mal rayo me parta, también lo es el verdugo y no por eso ambos, verdugo y polizonte, dejan de ser «trabajadores» del aparato represivo…, enemigos, digo yo.
Lo que sí me llama la atención son los sofismas de cinismo tan vano como este: «El capitalismo es revolucionario pero no reformista, y la izquierda tiene que ser reformista. Pero como el capitalismo es una rebelión continua contra los límites, la revolución tiene que ser una revolución contra la revolución, y su objetivo debe ser el de establecer límites, fijando un orden social en el que se pueda intervenir para reformarlo. Y eso implica también ser conservadores»
Lo que recurriendo a la referencia (que no cita) que hace, unos párrafos más arriba, de Walter Benjamin, un hombre que está demasiado alto como para que Alba Rico lo pueda leer, sustenta la afirmación de que el capitalismo es «revolucionario» y la revolución es poner bridas al capitalismo, en definitiva, reformarlo, hacerlo humanitario.
Vamos a ver, idiota, el capitalismo sólo es tal porque transforma el trabajo humano en mercancía, el propio trabajo, la propia capacidad de trabajar (no que el trabajo alumbre cosas que luego son mercancías, sino que él mismo es una cosa introducida en el tráfico mercantil). En estas condiciones, el trabajo es cosificado y como la única manera de cosificar el trabajo es cosificar a su expresión natural, el ser humano, éste también es transformado en cosa y no en una cosa individual e imprescindible, sino todo lo contrario, en género fungible e irrelevante.
¿En estas condiciones, estos que retornan al reformismo de principios del XX y que lo venden como lo nuevo contra lo viejo, aprovechándose de la indocumentación e ignorancia de tanto muchacho con buenas intenciones, quieren reformar la sustancia del capitalismo para volverle humanista y ciudadanesco?
Son los nuevos alquimistas, se ve, y han descubierto un, también, nuevo «sujeto revolucionario»: «el hombre común», la «clase media asustada» porque ahora resulta que la revolución no es la destrucción radical del capitalismo, sino la reforma clemente de su naturaleza depredadora…
Si los idiotas volaran viviríamos a la sombra… No, viviríamos en la más impenetrable de las tinieblas… y no sé ya si no es ahí donde estamos viviendo.