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MALDITO SERÁS AL SALIR Y MALDITO AL ENTRAR

Diciembre de 1979, acto de homenaje a los dos estudiantes asesinados por la policía en Madrid

Diciembre de 1979, acto de homenaje a los dos estudiantes asesinados por la policía en Madrid

A principios del invierno de 1979 se vivió la última movilización que pudo derribar un gobierno. Las fábricas ardían contra la aprobación del Estatuto de los Trabajadores, la universidad y las enseñanzas medias estaban en huelga y tomaban la calle y el Gobierno de Suárez decidió recurrir al plomo y la pólvora para recuperar la iniciativa.

En la noche del viernes 14 de diciembre, a la altura del número 6 de la Ronda de Valencia, en Madrid, la policía ametrallaba una manifestación de estudiantes que pretendía unirse a la de CC.OO y mataba a dos muchachos. Los testigos declararon luego que los asesinos bailaron sobre los charcos de sangre que los muertos habían dejado en el suelo. Pocos meses después, los matones de Fuerza Nueva asesinaban a Yolanda González, representante en la Coordinadora de Estudiantes de enseñanzas medias.

¿Por qué un Gobierno escuálido, que se deshacía de día en día se creyó en condiciones de disolver en sangre la mayor movilización que se había producido desde 1975? Porque en eso no estuvo sólo, porque se le garantizó la paz social, porque se reafirmó el compromiso de claudicación, porque tuvo cómplices.

El día 15 de diciembre, el día después de los asesinatos, CC.OO emitía un comunicado en el que llamaba a los obrero a «no seguir convocatorias de huelgas u otras acciones similares al margen de nuestro sindicato». Con esta medida, según explicó Fidel Alonso, se trata de evitar que el movimiento obrero se vea inmerso en una espiral de acción-reacción».

No era, por tanto, la derrota del gobierno y la retirada del Estatuto lo que pretendía Comisiones Obreras, entonces un brazo del PCE. Su principal objetivo era contener la reacción de los obreros, ahogar la huelga general, evitar que el movimiento obrero entrara en una marcha ascendente de movilización.

El mismo día 15 de diciembre, con la sangre de los muertos aún caliente, Simón Sánchez Montero, uno de esos canallas dúctiles que igual que babearon las botas de Stalin, lamían los zapatos de Carrillo, a la sazón Secretario Político del PCE de Madrid, decía lo siguiente en la VI Conferencia del PCE:

«Nosotros continuamos en la línea de la concentración o cooperación democrática, que necesita, en primer lugar, del entendimiento de la izquierda.» y después, para tranquilizar al Gobierno sobre la acción de masas del PCE exponía cuáles eran sus fines negando que ésta supusiera «un desprestigio de las instituci9ones democráticas y que el PCE llevaba la misma política en el Parlamento que en la Calle; y para que se supiera qué era esa política añadió: «No pueden sino desear el fortalecimiento de la democracia aquellos que más han luchado por conquistarla». Es decir, que el PCE procuraba el fortalecimiento del aparato estatal posfranquista, el de la recién inaugurada II Restauración.

Finalmente, dando a Suárez garantías de que allende el PCE tenía las manos y las balas libres, este sujeto, sin otra seña moral que la de cumplir las órdenes recibidas, indultaba al Gobierno por las muertes causadas y por las que estaban por llegar: ‘El Partido Comunista apoya totalmente la acción de masas, pero no la algarada».

PCE locuto, causa finita. A partir de 1980 la reacción tuvo libre el paso… y pasó.

Ahora, lo confieso, me entrego a un cierto regodeo concupiscente viendo las caras de asombro, el pasmo que recorre los despachos de la calle Olimpo. A veces, sólo a veces, se recoge lo que se siembra, pero lo que aquí no pasa nunca es que aprendamos de nuestros fiascos. Para eso somos impermeables.

http://elpais.com/diar…/…/12/15/espana/314060424_850215.html