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THEODOR WISENGRUND ADORNO: TEORÍA ESTÉTICA

Teoría Estética

Teoría Estética

Para el arte, sobre todo para la música, el agotamiento de las capacidades del material expresivo, predicho o diagnosticado por Adorno, ha llegado a una situación crítica. La música lo delata como un atroz insulto aproximándose al ruido tanto o más de lo que es tolerable o allanándose a la exigencia de ser una mera cifra, una gramática oculta vacía de sentido.

La música popular se resiste a esto a costa de renunciar, a su vez, a otra clase de sentido. Es manifiesta la simetría constructiva entre el barroco y el jazz y todos los estilos que siguen a éste, incluido el rock: una línea melódica que discurre sobre un soporte armónico y rítmico en los bajos. Esto es el bajo continuo y su función es dar un soporte de legibilidad, de aprehensión inmediata de la armonía (la sustancia más huidiza al entendimiento que tiene la música) y el ritmo.

Precisamente por esto, el bajo continuo como sustancia constructiva de la música popular es, al mismo tiempo, una concesión a la simpleza y una mordaza a la capacidad expresiva del discurso musical, a su sentido, a lo que éste puede denotar. Casa muy bien con el capitalismo, es decir, con la producción mecanizada de las cosas y así, de esa simpleza inicial que hacía inmediato el disfrute estético en obras como la Sonata Op.5 n°12 de Corelli o en Nights In White Satin de los Moody Blues, hemos pasado a la producción en masa de canciones de éxito fabricadas por máquinas, capaces ya de mezclar algunos lugares comunes, ciertos recursos técnicos manidos, según las reglas que imponen los estudios de mecadotecnia.

En esto, la degeneración de la música ha adquirido grados insufribles y de paso denuncia cualquier valoración de la «cultura popular» (que no tradicional) en tanto que arte. La cultura popular es una contradicción en los términos tan aberrante como lo fue en su tiempo la «cultura proletaria». Ni el proletariado, por definición, podía ser sujeto de un arte propio, pretendiendo escapar a las condiciones productivas que lo definían como tal, ni lo popular de la modernidad puede escapar a la finalidad de adormidera que le impone su naturaleza de mercancía producida en masa.

Adorno decía que: «Beethoven es, modificado pero determinable, la experiencia plena de la vida exterior que retorna interiormente, igual que el tiempo, el medio de la música, es el sentido interior; la popular music en todas sus versiones está más acá de esa sublimación, es un estimulante somático y, por tanto, regresiva frente a la autonomía estética».

En esa regresión hay grados, claro está, y si escribo esto es porque en el fondo, en el subsuelo, en las profundidades del estercolero estético, hay una gusanera que debería ser destruida… Si se pudiera. Verbigracia: Justin Bieber, la Pantoja… Peret, Miley Cyrus, David Bisbal, ese insulto para la condición humana que es un tal Julio Iglesias… Pero basta de hozar en esta letrina y, por caridad, que nadie me diga que cosas así son «cultura».

Theodor W. Adorno: Teoría Estética